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Soy ama de casa y vivo a la sombra de mi marido. Un día, un hombre semidesnudo apareció en nuestro balcón y llamó a la puerta de cristal, rogándome que le dejara entrar. Decidí hacerlo para que abandonara el apartamento lo antes posible. Pero, en ese mismo momento, entró mi marido y confundió al desconocido con mi amante. Enfadado e incrédulo, empezó a insultarme. Para mi sorpresa, el desconocido me defendió golpeando a mi marido en la cabeza, lo que nos llevó a abandonar el que fue mi hogar por diez años. Ya no me sentía amenazada por mi marido, pero, en el fondo, sabía que las consecuencias de mis actos me perseguirían…